martes, 5 de abril de 2016

MUJERES GRIEGAS Y LA MEDICINA


Hoy traemos un tema muy interesante: La medicina en la Antigua Grecia.

Ésta estaba inspirada en la medicina egipcia y se remonta a la época homérica, aunque no se desarrolló completamente hasta con Hipócrates, lo que hizo que comenzase la búsqueda de una explicación racional de las enfermedades, atendiendo a sus síntomas para formular un diagnóstico y ofrecer el tratamiento más adecuado.  




Macaón y Podalirio (quienes atienden a los heridos en la Guerra de Troya) fueron los primeros médicos griegos que hoy en día se conocen de la mitología. Ambos son hijos de Asclepio, venerado como el dios de la medicina, y héroes apreciados tanto por sus valores guerreros como por sus saberes quirúrgicos.

Pero no sólo los hombres eran aquellos quienes ejercían esta profesión sino que también las mujeres desempeñaron un papel importante. De acuerdo con la mitología griega, Agnódice [Ἀγνοδίκη] fue la primera mujer ateniense médica, partera y ginecóloga cuya historia fue registrada por el escritor Cayo Julio Higino. Su deseo de ser médica surgió al ser téstigo del aumento número de mujeres que morían en el parto o se sometían a partos dolorosos. Aunque a las mujeres se les permitió aprender de ginecología, obstetricia, la curación y la partería en la época de Hipócrates, después de su muerte los dirigentes de Atenas descubrieron que las mujeres realizaban abortos y decidieron hacer el convertirse en doctora una pena capital. Agnódice, determinada a volverse médica y ayudar a las mujeres de Atenas, se cortó el cabello y se puso ropa de hombre para conseguir la formación médica. Entonces Agnódice usó la supuesta enfermedad de un amigo para justificar su futura ausencia para seguir su formación médica. A continuación, salió de Atenas para estudiar medicina en Egipto, donde las mujeres juegan un papel importante en la comunidad médica. En Alejandría recibió su educación médica bajo tutela de Herófilo (el gran anatomista de su época).

Agnódice simbolizaba la confianza y comodidad que había entre mujeres ayudando a otras mujeres. En poco tiempo, muchas mujeres se enteraron de que se disfrazaba como un hombre y buscaban su cuidado. Mientras la popularidad de Agnódice crecía, las mujeres de la ciudad de Atenas comenzaron a buscar su ayuda en vez de la de los médicos de sexo masculino. Por tan escándalo, fue acusada de seducir a las mujeres y fue llevada a juicio. Ahí reveló su verdadera identidad y por aquel engaño pretendían ejecutarla. Una multitud de mujeres llegaron al juicio para elogiar los éxitos de Agnódice como médica y reprendieron a sus maridos por intentar ejecutarla. Después de un breve debate, fue absuelta de sus cargos y la ley ateniense fue cambiada para permitir que las mujeres fueran tratadas por médicas atenienses. Agnódice se ha convertido en una figura simbólica para mujeres médicas en la actualidad.











Antes de Agnódice, las mujeres se hacían cargo del cuidado de los enfermos, así como de tratar de averiguar cómo el cuerpo funcionaba y las causas de las enfermedades. Las mujeres también eran parteras, ayudando a entregar bebés, pero no se les permitía ejercer la medicina. Para los griegos, el juicio de Agnódice trajo cambios en las leyes atenienses para que se les permitiera a las mujeres estudiar medicina. La historia de Agnódice también se ha utilizado a lo largo del siglo XVII como un cuento que las parteras usaban para defenderse de las profesiones dominadas por los hombres que buscan incorporar el estudio de la medicina en el parto.





 LA ÉTICA PROFESIONAL

El aprendizaje de la técnica médica estaba ligado a un estrecho vínculo personal entre discípulos y maestros, tanto en las escuelas como en la vida profesional. De ahí el interés histórico de un documento como el denominado «juramento hipocrático», que precisa los deberes del médico para con su maestro y su familia, y, por otro lado, los del médico con los enfermos. El futuro médico jura solemnemente –por Asclepio y sus hijas Higiea y Panacea– «respetar a su maestro como a su padre, compartir con él sus bienes, atender a su familia y enseñar a sus hijos la medicina, si quieren aprenderla, así como a otros discípulos, y a nadie más». Por otro lado, se compromete a ejercer el oficio guardando las normas: no dar veneno ni remedios abortivos –ni aunque lo soliciten los pacientes–, no revelar secretos de los enfermos, abstenerse de relaciones sexuales en las casas que se visiten, no hacer operaciones quirúrgicas si no son especialistas...

Los hipocráticos cuidan mucho la relación de los médicos con los enfermos; consideran que la buena disposición anímica del paciente ayuda a su pronta curación. Les importa mucho el prestigio propio, esa buena fama que el juramento menciona como premio de los cumplidores, frente al castigo de infamia de los otros. Recordemos que quienes practicaban la medicina no tenían un título oficial, sino que debían ganarse la estima de sus clientes –los médicos son los únicos extraños que penetran en los hogares ajenos–, y la confianza era fundamental a la hora de fijar sus honorarios. Algún texto aconseja no comprometerse tratando a enfermos desahuciados, de muerte segura. El médico trata a personas libres y a los esclavos por igual. Sólo en un pasaje Platón advierte que el médico debe explicar bien las causas de sus males a los libres, lo que no es preciso con los esclavos: a éstos basta darles las órdenes y las medicinas, sin explicación.


Los grandes avances de la ciencia médica a partir del siglo XVI, especialmente en los dos últimos siglos, merced al desarrollo de la química y de la farmacia, hacen que la antigua medicina helenística nos parezca muy alejada de la actual. Y, sin embargo, esa concepción racional de la medicina representa una hazaña de indudable valor en la historia de las ciencias, y en el tratamiento y cuidado del ser humano.

 Si os ha gustado y tenéis más curiosidad sobre este tema no os perdáis este vídeo sobre El Origen de la Medicina de la Antigua Grecia que os dejamos aquí:








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